Luego de trescientos cincuenta y dos días con las escuelas cerradas, los niños y niñas de Mendoza retornaron a las aulas. ¿Cómo fue el primer día de clases? ¿Qué problemas supone la «nueva normalidad» educativa? Una docente relata su experiencia tras la primera semana de presencialidad. «No se trata de una vuelta a clases, sino al edificio escolar», sostiene la psicopedagoga Mónica Coronado. Entre la esperanza de una nueva etapa y las deficiencias del sistema educativo.
Era lunes y en alerta, dos veces esa noche, Paulina despertó y miró el celular que tenía en la mesita de luz, junto a las medias azules que estrenaría esa mañana. Cuando se hicieron las 7.15 la voz de su mamá la despertó. Bostezos, desayuno apurado, nervios, ansiedad. Estaba todo listo. El gran día había llegado.
Paulina tiene once años y el 1 de marzo empezó sexto grado en una escuela pública de Guaymallén. Como ella, miles de niños y niñas del país están regresando clases. Según los últimos datos disponibles, en Mendoza la matrícula de nivel primario asciende a unos 233.000 alumnos/as.
No todos empezaron la primera semana de marzo. Siguiendo los lineamientos sanitarios del Consejo Federal de Educación y de la DGE (Dirección General de Escuelas del gobierno de Mendoza), cada colegio estableció la modalidad del dictado de clases en base a protocolos y medidas de distanciamiento. La mayoría dividió a cada curso en dos. En algunas aulas numerosas hasta en tres. Por eso, Paulina va a la escuela semana por medio. Durante la semana que no asiste recibe clases y actividades virtuales, como el año pasado.
Según un análisis reciente de UNICEF, en nuestra región ocurrió el cierre de escuelas más largo del mundo. Es que desde marzo de 2020 hasta febrero de 2021 las escuelas en América Latina y el Caribe permanecieron cerradas durante 158 días, mucho más tiempo que la media mundial, que fue de 95 días. Pero la evidencia acerca de que la educación presencial acompañada de medidas preventivas no incrementaba los contagios cobró peso. Por ello, el regreso a clases se convirtió en una prioridad política y social.
“No se trata de una vuelta a clases, sino al edificio escolar” afirma Mónica Coronado, psicopedagoga y autora de libros como La trama motivacional de la escuela: Estrategias para motivar el aprendizaje y la enseñanza (Noveduc). “Yo estoy de acuerdo con un regreso a la presencialidad, pero muy cuidado”. Sin embargo, en muchos casos la implementación de medidas básicas de seguridad sanitaria es un gran desafío:
“Hay escuelas que por ejemplo tienen poca matrícula y el municipio les aporta alcohol en gel», explica Coronado. «Ahí es más fácil cumplir con las burbujas. Sin embargo, hay escuelas que no tienen las condiciones para empezar, entre ellas lugar para que todos puedan lavarse las manos. La Sociedad Argentina de Pediatría indica que hay que lavarse las manos cada 90 minutos, ¿Cómo podemos hacer esto? Además, necesitamos tener jabón, lo que no siempre está disponible”.
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Paulina llega al colegio con una mochila ligera y su barbijo. Debido a la posibilidad de que las clases presenciales puedan suspenderse en cualquier momento, las maestras pidieron pocos útiles. Pero ella prefiere no pensar en eso. Para entrar al aula hay que hacer una fila con distanciamiento. Ve a sus mejores amigas mucho más adelante. Por momentos se enfada con su madre porque se demoró al estacionar el auto. Por otros se siente rara, esperando, controlando las ganas del abrazo.
En octubre, un documento difundido por la Sociedad Argentina de Pediatría resaltaba la importancia de la escuela en el fortalecimiento de aspectos emocionales y sociales de niños y niñas. Además, sumándose a la voz de cientos de expertos, señalaba que el cierre de colegios en pandemia estaba profundizando desigualdades educativas y sociales. Un trabajo publicado en febrero por el Observatorio Argentinos por la Educación revisaba la evidencia científica global disponible y enfatizaba en que la suspensión de clases traía graves consecuencias sociales, mentales y físicas a niños y niñas.
“Es muy importante a nivel emocional ese primer paso de reiniciar para los alumnos y las alumnas”, explica Coronado. “La experiencia internacional nos muestra que esto puede durar poco y que hay que pensar en algo provisorio. Estar preparada para lo que sea. Los docentes son quienes corren mayor riesgo porque no están aún vacunados. No ir a la escuela ha dejado una huella emocional en las niñas y los niños. La pandemia en general, el hecho de no ir a la escuela, ni a los cumples, ni ver a los abuelos ha sido una complicación grande», agrega.
Algunos niños y niñas todavía esperan. Una semana después del haberse iniciado el ciclo lectivo presencial, en una escuela de Luján de Cuyo los alumnos/as de quinto no tienen maestra. Es que el cargo docente para ese curso aún no ha sido cubierto. La misma situación parece repetirse en otros colegios. “Nuestros hijos están ilusionados y ansiosos, pero ahora no tienen maestra. Entendemos que es un problema que no tiene que ver con la escuela, sino con deficiencias en el sistema que tiene la DGE para otorgar suplencias , pero ¿Cómo le explicamos eso a nuestros hijos?”, decía apesadumbrada la madre de una de las niñas.
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Mientras tanto, en el detrás de escena del regreso a las aulas, el principal desafío lo asumen los/las docentes. «La primera semana ha sido de muchísimo estrés», explica una profesora de educación física de nivel primario. «Además de que no nos vacunaron, tampoco entregaron mascarillas ni kits sanitarios porque no había presupuesto. Dieron sólo veinte mil pesos por escuela para insumos sanitarios, pero ese dinero se fue rapidísimo. En mi clase tampoco tengo materiales para trabajar, porque lo poco que hay no se puede compartir».
La obligación de dar clases presenciales y virtuales de manera casi simultánea esta trayendo complicaciones. «Si cumplimos las horas presenciales que tenemos por día, ¿en qué momento preparamos el material para los grupos que se quedan en casa? No nos quedan horas para trabajar on line», explica la docente. Además, a pesar de que el Ministerio de Trabajo de la Nación emitió una resolución en la que se consideran justificadas las inasistencias de progenitores que deben cuidar a sus hijos/as, el gobierno de Mendoza no adhirió. «No se que voy ha hacer con mis dos hijas. Ellas tienen una semana de clases y por dos más no van, porque en su escuela han armado tres burbujas. Mi marido trabaja y no las puede cuidar. No nos alcanza para pagar una niñera. ¿Con quién las voy a dejar? ¿Cómo van a hacer sus tareas?
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“Me gustó conocer a la seño, pero me incomoda tantas horas el barbijo. Hubo un compañero que se lo sacó”, cuenta Paulina al llegar de su primer día de clases. «Es muy raro. Me gustaría ir todos los días como antes y no tener un solo recreo como ahora, porque no alcanzamos a charlar”.
Las imágenes se replican en todo el planeta: niños y niñas con tapabocas, filas con distanciamiento, controles de temperatura y bancos vacíos. Las dificultades para retomar la presencialidad son muchas, pero existe un consenso casi generalizado acerca de que el regreso a la escuela es una medida tan necesaria como esperanzadora.
¿Qué nos depara el destino?, se pregunta Mónica Coronado. “Se mueven 500 mil personas en lo referido a la educación. El problema es que rompen las burbujas con el transporte público. También de nada sirve hacer una burbuja si luego de la escuela, los niños y las niñas se van a un cumpleaños o se juntan a comer. Por eso la clave es el compromiso de toda la sociedad”.
Por Laura Fiochetta y Javier Avila | ONAF | 8 de marzo de 2021.