Entrevista: «Es necesario hablar del suicidio en adolescentes»

Mariam Moscetta es psicóloga y especialista en psicología clínica y salud mental. Actualmente, trabaja en el área de prevención y capacitación de la Dirección de Salud Mental y Adicciones del Gobierno de Mendoza. En diálogo con el Observatorio, afirmó: «Tenemos el mito de que del suicidio no se habla y lo que hemos venido trabajando a lo largo de todos estos años es en derribar este mito, porque del suicidio debe hablarse». Los efectos de la pandemia y el papel de las redes sociales. Herramientas de prevención. Cómo actuar frente a situaciones críticas.

Fuente: Pxfuel

—¿Es el suicidio en la adolescencia algo común en nuestras sociedades?

—No, no podemos decir que es algo común el suicidio en la adolescencia en nuestras sociedades, pero sí es importante saber que ha habido un incremento significativo y constante en los últimos años de las cifras de suicidios consumados entre los 15 y los 29 años. Por lo tanto, las acciones y las intervenciones deben dirigirse hacia la prevención del suicidio, haciendo foco en adolescencia y juventud. Ya sabemos que este es un periodo vital en el que se dan cambios subjetivos y relaciones muy importantes y también es momento de terminar de construir y reconfigurar la propia identidad. Eso lo hace un período vital particularmente sensible. También es un momento donde aparecen conductas de riesgo y donde todavía no se valoran suficientemente las consecuencias de los actos. Por eso es muy importante saber que en esta época hay una brecha en relación con el sistema de salud. Es decir, las y los adolescentes dejan de concurrir a sus controles de salud, van a hacerse ver solamente cuando tienen algún problema y no hay una conducta de cuidado. Otro aspecto importante es no generalizar en pensar en la adolescencia o la juventud en general, sino en que tenemos diferentes tipos de adolescencias y juventudes, en singular, pensando en la situación o el caso. Es decir, siempre de manera situada, porque no es lo mismo la adolescencia que puede tener un chico de 17 años que quizá no ha podido continuar la escuela secundaria y que no está ensamblado o integrado a alguna tarea o actividad periódica que la de un chico o una chica de la misma edad que tenga otras posibilidades.

«Es importante saber que ha habido un incremento significativo y constante en los últimos años de las cifras de suicidios consumados entre los 15 y los 29 años»

—¿Cuáles son los factores que inciden en el suicido adolescente?

—En el suicidio en general, hablamos de factores de vulnerabilidad o que ponen en mayor riesgo a las personas de tener algún tipo de comportamiento suicida. Y esos factores corresponden a la persona, es decir, son individuales. Pero también existen factores por el lado del sistema de salud, las relaciones y la comunidad. Con relación a los factores individuales, uno de los más importantes son los intentos de suicidio anteriores. Otro tema fundamental son los consumos problemáticos y las violencias. También se suman factores cuando hay una pérdida económica en la familia o cuando hay una situación de desempleo. Además, pueden influir los antecedentes familiares de suicidio, no porque estemos dando la importancia a la biología, sino por los modos aprendidos de enfrentar las situaciones o los problemas. Todo esto acompañado, por supuesto, de una reacción emocional aguda, de un desborde emocional significativo, de una crisis de salud mental. Con respecto al sistema de salud, lo más importante son las barreras que existen para acceder a la atención o a un servicio de salud mental y entonces poder recibir el cuidado necesario.

Otra cuestión relevante en relación con esto es el estigma, el tema de la estigmatización que juega en contra de las personas que necesitan buscar ayuda, porque tal vez tienen pensamientos suicidas y no se atreven a pedirla por el estigma, por sentir que este pedido de ayuda va a colocarla en una situación de discriminación. Siguiendo con los factores de riesgo, en las relaciones interpersonales se puede observar como indicador un sentimiento persistente de soledad o una conducta de aislamiento social. También las violencias de todo tipo: de género, el acoso escolar, el grooming y las situaciones de abuso sexual. En relación con la comunidad, recientemente tuvimos la pandemia. Las situaciones de desastre, como fue la pandemia, son situaciones de riesgo globales. También existe riesgo cuando hay comunidades de otros países o de otros lugares que son desplazadas, discriminadas y estigmatizadas. Generalmente, esto se puede ver en personas que han emigrado de países limítrofes o cercanos de nuestra región de Latinoamérica.

Fuente: Unicef

—¿Qué papeles cumplen las familias y las instituciones escolares en la prevención y la contención?

—Las instituciones escolares o educativas cumplen un papel fundamental porque son un espacio donde las y los adolescentes desarrollan una gran parte de su vida y donde establecen vínculos fundamentales. Entonces, es muy importante que hagamos consciente la necesidad de dar un espacio a la salud mental en la vida cotidiana de los chicos. Por supuesto que las familias también: la posibilidad de hablar, de contener, de cumplir un rol adulto. No renunciar al rol adulto, pero sin ser adulto céntricos, es decir, poder tener la perspectiva de las y los jóvenes en relación con las cosas que necesitan, con las cosas que les pasan, escucharles y también ayudarles a afrontar las dificultades y los problemas de la vida. Este es un papel fundamental de las familias. ¿Cómo hacemos para tolerar la espera, para tolerar la frustración? ¿Cómo hacemos para afrontar un problema y poder ir haciendo un planteo de ese problema y poder ir paso a paso buscando la resolución? Esta es una actividad principal que tenemos que desarrollar con nuestras y nuestros adolescentes, en las familias, en las instituciones educativas. Es decir, ¿Cómo afrontar las situaciones de la vida? ¿Cómo aprender a resolver problemas?».

—¿Cuáles son los signos de alarma para darnos cuenta de que estamos ante un posible caso?

—Con respecto a cómo saber que estamos ante una situación que puede tornarse crítica, lo importante es poder hablar. Tenemos el mito de que del suicidio no se habla y lo que hemos venido trabajando a lo largo de todos estos años es en derribar este mito, porque del suicidio debe hablarse. La manera en la que podemos saber que alguien está en una situación crítica o de riesgo es poder desarrollar un diálogo basado en la confianza y en la confidencialidad que ha de romperse -por supuesto- en el caso de que haya un riesgo de salud o de vida. De esto podríamos hablar más profundamente, pero este sería el punto y uno puede aprender también cómo hablar y lo que se hace en la conversación.

Se trata de ir distinguiendo los distintos niveles de riesgo que existen en relación con esta problemática. Por ejemplo, no es lo mismo que una persona tenga ideas de muerte que pueden estar quizá más intensificadas y esa persona puede necesitar entonces que la enlacemos a un servicio de salud mental. A veces una dice «estoy tan cansada, tengo ganas de morirme» y eso es idea de muerte. Pero si uno dice «estoy pensando en quitarme la vida», esto es ideación suicida. Allí la persona necesita estar lo más contenida posible. Debe poder acceder a un servicio de salud mental con turno de prioridad y que el contexto esté atento.

En el caso de que la persona ya haya planificado el cómo se va a suicidar, ahí el riesgo es altísimo. La persona tiene que ser llevada o tiene que ir por su propia voluntad a buscar una ayuda de manera inmediata. Entonces, esto es la manera que tenemos de proceder, por supuesto, si ha habido un intento de suicidio es indispensable llevar a la persona a un hospital general donde sea compensada y después enlazar con un servicio de salud mental de manera inmediata».

Fuente: Pxfuel

—¿Se puede producir un efecto contagio tras un suicidio?

—No hablamos de contagios, sino de identificación. En el caso de que un suicidio se haya consumado, es indispensable trabajar en lo que se denomina la post intervención. Se trata de una serie de intervenciones que son indicadas y que no pueden dejar de hacerse luego de que se produce un suicidio. Específicamente es indicado cuando se trata de niñas, niños, adolescentes y jóvenes. Y se trabaja con el contexto, digamos, con el entorno de los allegados, detectando riesgo, ayudando a encauzar el duelo. Siempre un suicidio consumado produce un gran impacto en los entornos. Hay que garantizar la orientación, la contención de familiares, sobre todo en el caso de adolescencias, en grupos de pares, en la comunidad educativa general.

Esta intervención debe ser inmediata. Se debe diseñar entre las veinticuatro y las cuarenta y ocho horas luego de producido el suicidio. Como decía, es muy importante trabajar mancomunadamente entre los servicios de salud mental que se encuentre disponibles. Se pueden producir situaciones de identificación si hay una persona que está en un momento de mucha fragilidad y se corre el riesgo de suicidios encadenados. Hemos tenido casos así. Por eso, luego de un suicidio consumado, hay que trabajar con los amigos más próximos, los compañeros más cercanos. Además, es necesario acompañar al plantel docente y armar estrategia con la comunidad educativa, con los docentes que están más próximos, tanto para que ayuden o como para que sean contenidos. Lo importante es que las acciones sean coordinadas».

—¿Cómo trabajar el tema en las escuelas cuando ha existido un caso?

—Es muy importante que las instituciones consideren ir evaluando los tiempos para volver a las rutinas. Es decir, no hacer como que no pasó nada y volver a matemáticas y geografía, sino que es importante dar un espacio para poder elaborar esto, para hablar. No solo en relación con la detección del riesgo, sino también a ir pudiendo fortalecer los factores protectores. Otro elemento muy importante es el cuidado del manejo de la información privada sobre la persona que se suicidó o su entorno familiar».

—¿Las redes sociales en Internet juegan algún rol en pos de prácticas suicidas?

—Sí, por supuesto que las redes sociales tienen una influencia notoria, porque los chicos y las
chicas viven en relación con estas redes gran parte del tiempo. Van tomando notas de si son
rechazados. Los likes, la cantidad de seguidores y un montón de cuestiones hacen que sí
influyan. Nosotros decimos que es muy importante observar los estados de WhatsApp si vemos que una persona puede estar en un cierto riesgo, ver qué va posteando. A veces no ha hablado sobre el tema y lo manifiesta en las redes».

—¿La pandemia del COVID agravó la situación?

—La pandemia de COVID ha tenido consecuencias a nivel de la salud mental en todo el mundo. Decimos que estamos en una sindemia (N. del E.: Sindemia: sinergia de epidemias que comparten factores sociales y que coexisten en tiempo y lugar, interactuando entre sí). Esto es el efecto que ha producido la pandemia en la salud mental, que es como una nueva pandemia. Entonces, los problemas de salud mental se han incrementado en todos los lugares y los intentos de suicidio también. En el caso de las y los adolescentes, por supuesto que también, principalmente porque sus modos de vida cambiaron drásticamente. Se disminuyeron todos los factores protectores, de los cuales el más importante es el lazo social. En el caso de las adolescencias, esta cotidianidad vivida con los pares desapareció y también se incrementaron los problemas o los conflictos a nivel de las familias que tuvieron que vivir una cotidianeidad muy diferente a la habitual. En resumen, disminuyeron los factores protectores y aumentaron muchísimo los factores de riesgo». 


Por Laura Fiochetta | ONAF | 3 de julio de 2023

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