La directora de la diplomatura en Investigación, Prevención y Asistencia de Adicciones de la Facultad de Psicología afirma que la prevención y la detección de factores de riesgo son centrales para atenuar el problema. Por Gabriela Garzón Rogé.
A principios de 20013 comenzó la tercera entrega del Diplomado en Adicciones de la Facultad de Psicología de la Universidad del Aconcagua. Desde este espacio un grupo de investigación formado un equipo docente y por profesionales de diversos ámbitos se encuentran abocados a abordar una problemática tan compleja como son las adicciones.
Los resultados de la primera edición (la cohorte 2012) ya fueron publicados por la Universidad el Aconcagua. En su introducción puede comprenderse lo complejo de la problemática:
“Si de hablar de adicciones se trata, es importante partir de la idea de complejidad social. Este término alude a la multidimensionalidad que atraviesa la realidad que nos rodea”, explicita el documento.
La directora del proyecto, Magister Andrea Agrelo, realiza una aproximación a una problemática que abarca múltiples aristas. La prevención, el cuidado, el vínculo y el placer son algunas de las variables de la compleja problemática de las adicciones.
¿En que están basados los trabajos sobre adicciones que realiza el equipo de investigación?
En el año 2012 los proyectos de investigación del Diplomado en Adicciones estuvieron dedicados a la “asistencia”. En los ámbitos donde se realizó el trabajo de campo, se representó la necesidad de dar una respuesta concreta al problema. Ahí es donde nace la necesidad de centrar el enfoque en la prevención. Dar la posibilidad de prevenir. Hoy en día es lo único claro que puede llegar a paliar o a detener en alguna medida la problemática de las adicciones.
Hemos realizado algunas experiencias en las que comprobamos que los programas de información sobre adicciones no disminuyen en general las situaciones de riesgo. Algunas si, otras no. Pero en general informar sobre adicciones no cambia estructuralmente el riesgo que tiene una persona al consumo de sustancias. Claramente las adicciones tienen que ver con procesos más largos, e indudablemente para modificarlos se necesita algo similar como proceso y no sólo los talleres informativos. Estas metodologías no tienen nada que ver con los procesos internos de los adolescentes y de las culturas consumistas.
¿Las adicciones son un problema de estos tiempos?
El consumo de sustancias es un proceso con orígenes muy antiguos que ha ido reformulándose a lo largo de la historia. En épocas históricas anteriores el consumo se relacionaba con rituales, personas o momentos sagrados. Las prácticas estaban muy supeditadas a una función y a un momento específico.
Hoy en un contexto de globalización el consumo de sustancias se complejiza y penetra más desde lo social. Estamos hablando de una sociedad global del consumo y el consumo es la puerta de la pertenencia. No sólo el consumo de un “porro” en un grupo de adolescentes. Hoy consumir para hacer más placentera tu vida es un parámetro o indicador de la inclusión social. Y además se complejiza porque al globalizarse se globalizan las economías y las redes. El narcotráfico es una red mundial, estamos hablando de niveles de problematización muy elevados. El narcotráfico está al mismo nivel que tráfico de las armas, y a veces también hay un poder económico que sostiene ese consumo de sustancias.
¿Por qué consumen sustancias las personas?
El empleo de alguna sustancia, ya fuera legal o ilegal, tiene una fuerte relación con el placer. Sin embargo el placer no posee el mismo significado para personas. No es lo mismo la búsqueda de placer de un adolescente de clase media alta, a la de un adolescente que tiene privaciones socioeconómicas. Pero sí es lo mismo en cuanto a la búsqueda.
Sin embargo hay contradicciones. Se arma todo un escándalo con la legalización posible de la marihuana, que es discutible, pero es legal el alcohol. Y el alcohol es a nivel mundial el problema de drogas más grande que tenemos.
El número de personas que usa drogas ilegales es sólo del 4 por ciento. Y la mayoría de los jóvenes que prueba esas sustancias no legales, no llega a ser adicto. El problema ahí ya no tiene que ver con adicción, porque sabemos que no es adicto cualquiera, sino que hay toda una suma de variables que se tienen que dar. Lo que sí es problemático es la conducta de riesgo y eso es lo que hay que prevenir.
¿Qué significa prevenir la conducta de riesgo?
Prevenir la conducta de riesgo significa que se comprenda que consumir una sustancia no te va a convertir en adicto, pero sí puede aparecer una conducta de este tipo.
Los jóvenes viven en frecuentes conductas de riesgo, y esto no tiene que ver directamente con los consumos de sustancias. Por ejemplo el caso del joven que falleció por una sobredosis de drogas ilegales que, según afirmaron algunos medios de comunicación, podría haber sido comprada en las inmediaciones de un centro comercial de Mendoza. Sin tener los detalles del caso, hay que considerar que ese joven podría haber muerto por manejar alcoholizado a gran velocidad, es decir en una situación que implicaba una conducta de riesgo.
La adolescencia es una etapa de vulnerabilidad donde la persona cree que el riesgo no existe. De ahí la importancia de las personas adultas de generar prevención a partir de abordar la conducta del auto cuidado. No es prohibir, no es decir “no fumes un porro” es “cuídate”. Que el individuo aprenda a cuidarse es muy importante.
Los padres o madres, tenemos una distancia generacional tan grande que los riesgos que podemos indicarles a nuestros hijos o hijas no son los mismos que ellos tienen. Nos sentimos en desventaja de poder acompañarlos en el cuidado, cuando en realidad hay que planear la capacidad de detectar el riesgo. Esté donde esté. Hay que dar indicadores básicos del cuidado del cuerpo, de la mente, de las emociones.
Esa es la parte que a la familia le cuesta detectar y lo social comienza a ser un factor mucho más determinante en la realización de los adolescentes. Hoy la familia se ha visto invadida por una sensación de incapacidad de poder detectar aspectos de riesgos y acompañar en otros, como por ejemplo en el cuidado.
Los jóvenes en algunos ámbitos pueden probar sustancias porque esos espacios son los de pertenencia. No es la receta decir que no. Es más genérico. Y ese es el caso en que la familia no sabe cómo acompañar.
¿Qué debe hacer la familia?
La familia debe preguntar para conocer, para comprender. Pero a la vez hay que volver a sentir que se tiene el poder como adulto de ayudar a una persona de menor edad y desde ese vínculo se puede transmitir como valor el cuidado, el cuidado de sí mismo, el cuidado del otro, la ética, el conocer los limites personales.
No importa que la persona no conozca la realidad de los consumos adolescentes, en vez de sentirnos amenazados con esto, y ser una familia rígida o por el contrario negadora, hay que hacerse cargo y saber que hay lugares que no cambian. Que tiene que ver con el cuidado y con vínculo.
Se empodera el factor social y se debilita el factor familiar. Hoy hay chicos que tienen factores de riesgo altos porque están en familias que no son multiproblemáticas, pero están poco ligadas al cuidado, con la sensación de que no pueden hacer más de lo que hacen. De todas maneras tiene esa posibilidad de trasmitir esos valores del cuidado que no se modifican.
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