La tendencia comenzó a acentuarse este año, tras el regreso a clases: «Algunos/s estudiantes se pierden por uno o dos meses y a partir de todo el trabajo que se pone en marcha regresan» explica Laura Blanco, Licenciada en Minoridad y Familia e integrante del Servicio de Orientación de un colegio secundario en Guaymallén). Emilio Moreno, director de Educación Secundaria de la DGE (Dirección General de Escuelas del Gobierno de Mendoza) afirma que no ha habido más deserción escolar que otros años, pero sí intermitencias. «Son chicos/as que salen del sistema educativo pero vuelven a entrar”, dice. Los esfuerzos por mantener a los/las adolescentes vinculados a sus colegios.
Uno: Ana va a segundo año del secundario. Vive junto a su madre y su abuela, quien necesita cuidados especiales. Un día su madre cambia de trabajo y ya no puede quedarse en casa en las mañanas. Entonces Ana deja el colegio para cuidar a su abuela. Dos: Juan no quiere ir al colegio. Su interés va decayendo y finalmente abandona. El equipo del Servicio de Orientación contacta a la madre, quien dice que el adolescente reside con el padre. Al ubicar al padre, este les dice que el alumno convive con la madre. Tres: Enzo no quiere levantarse temprano para ir a clases. Tiene hipotiroidismo, abandonó su tratamiento y ya no toma la medicación que necesita. Su padre está privado de la libertad y su madre dice que está desbordada y no puede ayudarlo.
“Vamos viendo cada caso y siempre los volvemos a traer a la escuela, aunque hayan pasado uno o dos meses”, explica Laura Blanco, Licenciada en Minoridad y Familia e integrante del Servicio de Orientación de un colegio secundario en Guaymallén. En el caso de Ana, se le posibilitó seguir en el colegio cursando por las mañanas de manera virtual. En el de Enzo, se trabajó con los padres sobre la responsabilidad parental. A la madre de Brian se la apoyó para que retomara el tratamiento de su hijo, hasta que éste estuviera en condiciones de salud para volver al colegio.
Desde hace años, el abandono en secundaria es un problema. Un estudio a nivel nacional publicado por UNICEF en 2017 afirmaba que sólo el 45% de los/las adolescentes de una cohorte lograba concluir sus estudios. También sostenía que 3 de cada 10 estudiantes transitaba su escolaridad con sobre edad. Consultados sobre las causas del abandono, un 14% de los adolescentes habló de su ingreso al mercado laboral; un 8,8% dijo tener las dificultades económicas para sostener la cursada y un 11,3% mencionó una situación de embarazo o de cuidado de algún hermano/hijo menor. Un llamativo 29,6% afirmó haber abandonado la escuela porque no le gustaba o no la consideraba necesaria.
Durante las medidas de aislamiento social tomadas con motivo de la pandemia COVID-19, el vínculo entre los/las adolescentes y sus colegios tendió a debilitarse. Esto se acentuó especialmente en contextos de vulnerabilidad socioeconómica. «El año pasado fue muy difícil. Trabajamos muchísimo para tratar de llegar a todos los alumnos, pero habían cuestiones que iban más allá de lo que la escuela podía ofrecer», explica Laura Blanco.
Cuenta que a pesar de que se implementó una plataforma virtual y se dictaron clases sincrónicas vía WhatsApp, el requisito mínimo para los/las estudiantes era contar con un teléfono celular y datos. «En muchas casas había sólo un celular para tres o cuatro hermanos. O un celular que estaba disponible sólo por las noches, cuando el padre o la madre volvían de trabajar. En promedio, en un curso de veintidós alumnos sólo interactuaban cuatro», explica.
Durante 2021, tras el regreso a la presencialidad, lo que fue más notorio fue la intermitencia. “Hemos tenido casos de abandono, pero este año lo que hemos notado es una mayor intermitencia. Es decir, chicos que se pierden por uno o dos meses y a partir de todo el trabajo que se pone en marcha en el colegio, regresan», explica Blanco. Emilio Moreno, director de Educación Secundaria de la DGE, coincide en el diagnóstico: “No hemos tenido más deserción escolar que otros años pero sí intermitencias, es decir chicos/as que salen del sistema educativo pero vuelven a entrar”, dice.
Por ello, desde el año pasado, al habitual trabajo de los colegios para sostener las trayectorias educativas de los/las estudiantes se le sumó la RATE (Red de Apoyo a Trayectorias Escolares), un programa que funciona bajo la órbita de la jefatura de gabinete del Gobierno de Mendoza. Desde allí se trabajó en tres aspectos: 1) La ausencia de dispositivos digitales para conectarse; 2) Las dificultades de alumnos/as que viven en zonas que no disponen de acceso a Internet ;3) El apoyo a las trayectorias educativas débiles, como las de Ana, Juan y Enzo.
Afirma Moreno que este último ítem era antes un trabajo “de las escuelas”, en cambio ahora se trata de una labor que hacen en conjunto “municipalidades, entidades empresariales, Educación Superior y universidades”. De acuerdo al funcionario, “del GEN (una plataforma de gestión de la DGE en la que figuran materias y asistencias de los/las alumnos/as) surgen las realidades de cada estudiante. A quienes se encuentran en dificultades se les visita cada quince días”. Además mencionó que incluso las universidades colaboran con clases de apoyo para quienes lo requieran.
“Se va a buscar a los chicos/as a la casa cuando hay muchas inasistencias. Esto está coordinado por los ministerios de Salud, Desarrollo Social y la Dirección General de Escuelas. A veces no sólo es Internet lo que se necesita. En el caso de las escuelas albergue, el año pasado se imprimieron cuadernillos que se llevaron a la casa de cada estudiante. En algunos casos se requirió apoyo pedagógico”, explica Moreno.
El regreso a la presencialidad en las aulas ha sido fundamental, evalúa el Gobierno provincial, que se ha diferenciado de las provincias que durante este año sólo implementaron clases virtuales. “En las escuelas con poblaciones más vulnerables la presencialidad es central, sino no se conectan», sostiene Moreno. De acuerdo al director, no ha habido más deserción que en otros años.
Si hablamos de los “problemas que trajo la pandemia”, lo primero que nombra Moreno es lo anímico. “El tema del estado de ánimo ha sido muy difícil para los y las adolescentes el año pasado por la falta de ausencia de pares”, agregó. Otro de los asuntos es la relevancia de la mediación pedagógica. “Los/as docentes son fundamentales. El contacto con ellos/as es importantísimo. Las familias pueden acompañar pero no pueden reemplazarlos”, dijo.
La situación de pandemia ha movilizado las estructuras tradicionales del sistema educativo. La “no repitencia” establecida por el gobierno nacional en 2020 implicó que en las secundarias orientadas este año la matrícula aumentara en 6 mil alumnos/as. “En general lo que pasaba es que muchos/as se iban a Jóvenes y Adultos, pero este año eso no ocurrió, por eso se incrementó la cantidad”, agregó el funcionario. Por su parte, Laura Blanco explica que debido a que el año pasado todos los/las estudiantes pasaron de curso, en la escuela en la que trabaja tuvieron que abrir nuevas divisiones.
Está probado que el COVID-19 acentuó las brechas y agravó los problemas ya existentes. No obstante, trajo nuevas herramientas y aprendizajes. Moreno explica desde la DGE están pensando en la pos pandemia “Si los casos disminuyen y ya tenemos docentes con dos dosis de vacuna, pretendemos aumentar la presencialidad. Creo que la virtualidad debería usarse para algunos sectores y escuelas con plataformas determinadas”.
Para Laura Blanco, uno de los principales aprendizajes de la pandemia fue el trabajo en la heterogeneidad. “Hemos aprendido que cada caso es particular y que cada chico lleva su propio ritmo. Este año se está trabajando muchísimo mejor”, explica. “ Tenemos chicos en segundo año que en primer año no hicieron nada, entonces el docente no puede llevar a cabo ese “programa” que siempre tuvo tanto apuro por terminar. Ahora hay que recuperar al chico y todo lo que el año anterior no vio, esté en el curso que esté. Son nuevas formas de trabajo que se están aprendiendo; eso es muy bueno”, dice.
No hay datos contundentes, pero la pandemia y los esfuerzos del sistema educativo para reincorporar a los/las alumnos/as a los colegios parecen haber redefinido el foco del problema: antes era el abandono, hoy la intermitencia. ¿Por dónde pasará la agenda de la educación secundaria en los próximos años? Por ahora, y en un contexto de creciente pobreza, el desafío inmediato parece ser el mantener a la mayor cantidad posible de adolescentes vinculados/as a sus escuelas.
Por Javier Avila| Laura Fiochetta | Asistencia de producción: Rebeca Orellano | ONAF | 13 de julio de 2021.