Así lo expresó al Observatorio María Eugenia Figueroa, Coordinadora nacional del proyecto OFFSIDE de la OIT (Organización Internacional del Trabajo) Argentina. Además, el Día Mundial contra el Trabajo Infantil y una original muestra inmersiva que pronto llegará a Mendoza. Datos que alarman. Claves para entender el problema.
Cada 12 de junio, desde el 2002, se conmemora el Día Mundial contra el Trabajo Infantil. Este año la Organización Internacional del Trabajo en conjunto con el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, lanzaron la campaña “Prestá atención. El trabajo infantil pasa cerca tuyo”.
La original muestra itinerante -que pronto llegará a Mendoza-, propone conocer las historias de Martín (14 años), quien trabaja en un lavadero de autos; Clara (12 años), quien cuida a su hermano mientras su mamá trabaja, y Camilo (14), quien desarrolla tareas en un paraje rural.
Para ello, las personas pueden acercarse a domos situados en espacios públicos de distintas ciudades del país. Allí podrán escuchar las historias narradas por el reconocido locutor Lalo Mir a través de un dispositivo de realidad virtual
“Lo que buscamos es que la gente que pasa por la muestra mire el mundo como lo hace una nena que no puede ir a la escuela porque tiene que quedarse cuidando a sus hermanos”, explica al Observatorio María Eugenia Figueroa, coordinadora nacional del proyecto OFFSIDE de la Oficina para la Organización Internacional del Trabajo, sede argentina, para prevenir y erradicar el trabajo infantil en el sector agropecuario.
La realidad del trabajo infantil en la Argentina es quizá mucho más profunda de lo que suponemos. Figueroa da cifras que alarman. “En Argentina, en el ámbito urbano, 1 de cada 10 niños, niñas y adolescentes de 5 a 15 años trabajan, mientras que en el ámbito rural la relación es de 2 de cada 10”, sostiene. Además, ofrece una comparación que sorprende: “El equivalente a diez estadios de River Plate trabaja. Estamos hablando de 760.000 niños y niñas de Argentina que en lugar de estar en la escuela o jugando en la casa está realizando distintas labores”.
“En realidad lo que ocurre, lamentablemente, es que hay mucha tolerancia al trabajo infantil”, continúa. “Porque cuando hablamos de trabajo infantil nos referimos a niños y niñas a quienes se les está complicando su salud y además, están dejando de ir a la escuela. Están cansados por el trabajo y entonces, la trayectoria escolar se ve perjudicada».
Pero, ¿por qué hay trabajo infantil? “Es un tema muy multicausal, que guarda un estrecho vínculo con la situación de pobreza», sostiene Figueroa. «En las familias donde hay precarización laboral y trabajo informal en los adultos, es más proclive a que exista trabajo infantil. Estamos hablando de que cuando empezamos a indagar qué hay detrás del trabajo infantil, vemos que existen escasos o nulos accesos a los servicios básicos».
Además, explica: «Muchas veces las familias tienen que tomar estrategias de supervivencia. Por lo tanto, los chicos las acompañan a las cosechas y trabajan en ella y eso claramente atenta contra la salud infantil y además, introduce a niños y niñas y adolescente en un mundo de adultos que hace que muy tempranamente ingresen al mercado laboral”.
«Existe una vulneración de derechos, porque en realidad los niños y las niñas deben tener acceso a la educación de calidad. En el caso de la ruralidad particularmente, el índice de trabajo infantil visibiliza la forma en que se contrata, cómo se hace de forma informal y se requiere mano de obra intensiva. Además, el tema del pago, porque en general se cobra muy poco por muchas horas de trabajo”.
El trabajo infantil no solo evidencia la precarización laboral y la informalidad en la que se encuentran miles de familias argentinas, sino que también reproduce estereotipos de género. “El trabajo asignado a las niñas está generalmente vinculado al cuidado de hermanos o personas adultas mayores. O quedarse en la casa cocinando o haciendo las tareas del hogar”, explica la especialista.
En el caso de los varones, las actividades son de tipo productivo. «Todo esto, fija estereotipos de género y además interfiere en el juego, con la parte más lúdica de la vida y por supuesto, como dijimos, en el estudio. Esta situación perpetúa las condiciones de pobreza y exclusión, porque esos niños, niñas y adolescentes que hoy están trabajando y no estudiando, raramente vayan a ir a estudiar cuando sean más grandes”, alerta.
Para empezar a cambiar esta situación, la integrante de la OIT apunta a dos ejes. Por un lado, un trabajo articulado entre distintas acciones sociales y, por otro, el destierro de la mirada punitiva sobre las familias, empoderando a la juventud con información y posibilidades.
“Por ejemplo, el programa Buena Cosecha es un ejemplo de una política que se articula entre el Estado, los empresarios y los sindicatos para que los chicos y las chicas estén estudiando en lugar de trabajar y soluciona el tema de los cuidados a las familias», explica Figueroa.
«El punto es la sostenibilidad de estos programas. Es por ello que más allá de que los responsables son los Estados, el rol de cada sector de la sociedad y la articulación es clave”, expresa. «Además, es muy importante erradicar esa mirada punitiva sobre las familias, tenemos que dar posibilidades. La OIT apunta a coordinar acciones entre el Gobierno, el sector empleador y los sindicatos. Siempre los sentamos a hablar para buscar soluciones. Es muy importante que el tema esté en la agenda pública y los niños, niñas y adolescentes conozcan cuáles son sus derechos”, concluye Figueroa.
Por Laura Fiochetta | ONAF | Lunes 26 de junio de 2023