Educar para elegir: el rol de la educación social en la vida de adolescentes en conflicto con la ley

Fabiana Calabró, Licenciada en Niñez y docente de la Universidad del Aconcagua, cuenta con una amplia trayectoria en el CAIPA (Centro de Atención Integral de Personas Adolescentes), dependiente del Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil del Gobierno de Mendoza. En las próximas semanas participará de un conversatorio organizado por el Observatorio de Niñez, Adolescencia y Familia, dedicado a reflexionar sobre el rol de la educación social en el acompañamiento de jóvenes en conflicto con la ley. Con motivo de esta actividad, entrevistamos a Calabró para conocer su mirada y experiencia en el tema.

Foto de Tom Sodoge en Unsplash


Calabró se refiere a “educación social” y con esta expresión engloba esta problemática. Explica que “no es lo mismo que la psicología social”, sino que tiene otra impronta distinta. El centro de día, donde ella desempeña sus tareas, se ocupa de la educación social de chicos y chicas privadas de la libertad y otros que están en la Unidad de Medidas Alternativas (UMA). Para poder educar, además de prepararse como profesionales.

“Pienso que cuando se llega a la DRPJ (Dirección de Responsabilidad Penal Juvenil) es arribar a la terapia intensiva, es decir que el sistema falló para que se llegara ahí”, sostiene Calabró. “El trabajo que hacemos en el centro de día es generar oportunidades para poder elegir. En ese sentido, el acompañamiento es fundamental”, describe mientras cuenta la cotidianidad que vive con la juventud menor de 18 años que está de alguna manera inserta en el mundo del delito.

De hecho, Calabró acuña una noción: la de “inserción” y no de “reinserción”. Es decir, se refiere a insertar a los y las jóvenes en algo diferente, distinto a lo que venían haciendo. Y muestra con ejemplos prácticos que es posible y no una idea utópica. Y que hay soluciones que mejoran la vida de los jóvenes para que se conviertan en personas adultas capaces de soñar sus propios sueños, mientras en el Congreso nacional siguen los intentos de tratamiento del proyecto para bajar la edad de imputabilidad.

“Buscamos que se empoderen los chicos y las chicas. En el centro de día los roles apuntan a que puedan modificar la conducta que traen, que la puedan observar. Por eso es importante pensar cómo es el acompañamiento. Para que puedan poner palabras y dejar de naturalizar conductas que traen los chicos y las chicas, pero porque faltó una persona adulta que los guiara, que les mostrara que hay otras alternativas, concretas y posibles”, sostiene.

Uno de las maneras de trabajo, quizá la fundamental, es la conversación. Eso: poner palabras. “Surgen cosas que a ellos se les ocurre hablar y se debate al respecto. Por ejemplo, lavar los platos es de las mujeres. Se arman debates, se charla, con simpleza, lo que para una familia es lo más común pero a muchos jóvenes que están en internación o en UMA les faltó la persona adulta que tuviera esos diálogos y tampoco los tienen ahora en otro espacio que no sea este. Por eso aprovechamos la hora de los almuerzos para conversar”, apunta.

Respecto de los tiempos que pasan en el centro de día, depende de cada chico o chica. “Algunos tienen un tiempito corto, de 3 a 6 meses, pero otras veces esos tiempos se estiran, dependen de los factores que los atraviesan”, sostiene.

En este momento, tienen en el centro de día 12 chicos de UMA y 3 de internación. Hay talleres, por ejemplo el de barbería, muy requerido. Aprenden un oficio, pueden ganar dinero, pero en verdad hay otra cuestión: el taller es una excusa para sentarse a dialogar. “Le vamos buscando la vuelta, se ganan unos pesitos y nos sirve como excusa para sentarlos a dialogar”, sostiene Calabró.

Además, una hora por día tienen una actividad que es ir a un vivero. “Cultivar la paciencia, el desborde y la frustración es algo que caracteriza mucho a los jóvenes en general, y esta actividad que requiere tiempo y paciencia les ayuda muchísimo. También para la responsabilidad”, advierte.

Respecto de este asunto, Calabró se expresa acerca de la “responsabilidad” del Estado. “El o la adolescente es responsable, pero no logra dimensionar sus acciones. Creo que el Estado falla, el sistema cuando llegan nuevamente a internación. Algo se hizo mal”, asegura.

Pero mucho se puede hacer bien y, en ese sentido, Calabró cuenta una experiencia concreta. “Los chicos querían ir a McDonald’s. Para hacerlo tuvieron que juntar dinero, vendieron tortitas, lo que generó una planificación que muchas veces es algo a lo que no están acostumbrados. Es dejar de vivir el día a día sino tener un plan a mediano plazo”.

Fueron al conocido lugar de comidas. Y también fueron por un aprendizaje: “las opciones en el panel requieren del pensamiento lógico, de saber/poder elegir, algo que no está muchas veces a su alcance. La libertad de elegir, tener opciones”, relata. Incluso el hecho de que haya baños de hombre o de mujer también figura como otro tipo de aprendizaje en muchos mundos desconocidos.

Poder insertar a los y a las jóvenes en conflicto con la ley, como dice Calabró, en una realidad distinta, con otras herramientas, con adultos que sean guías, pongan límites y abran puertas. Incluso las de ir a jugar, que tanto les faltaron en la infancia.

Por Laura Fiocheta | ONAF | 31 de agosto de 2025

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *