Un informe publicado en mayo por UNICEF y la Organización Internacional del Trabajo (OIT) indica que el progreso mundial para poner fin al trabajo infantil se ha estancado por primera vez en 20 años. Paola (39) recuerda las jornadas de trabajo en la cosecha cuando era niña, en la época en la que comenzaban a gestarse las primeras políticas de prevención en Argentina. El panorama global y los últimos datos. Un escenario poco alentador.
El 12 de junio se celebra en todo el mundo el día del trabajo infantil. La fecha fue establecida en 2002 por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) para concienciar acerca de la magnitud del problema y aunar esfuerzos para erradicarlo.
«Antes era normal que los niños trabajaran», dice Paola. Tiene treinta y nueve años y recuerda sus jornadas de trabajo en la cosecha de uva cuando era niña. «Íbamos a trabajar con mi papá y mis hermanos a una finca en San Martín. Yo tendría unos trece años. Era un trabajo durísimo, muy pesado para mi edad, pero teníamos que hacerlo «, cuenta.
El trabajo infantil es toda actividad económica y/o estratégica de supervivencia, remunerada o no, realizada por personas que, según las leyes, se encuentran por debajo de la edad mínima de trabajar. Para la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y la OIT el término “trabajo infantil” se refiere a cualquier tipo de trabajo que priva a los niños de su niñez, su potencial y su dignidad y que es perjudicial para su desarrollo físico y psicológico.
La eliminación del trabajo infantil fue uno de los principios sobre los que en 1919 se fundó la OIT. Desde entonces, cada vez más países han ido a adaptando sus legislaciones a estándares internacionales que buscan prevenirlo y erradicarlo. En 2015 se estableció la meta 8.7 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), a partir de la cual se llamó a los Estados a adoptar medidas para la erradicación del trabajo infantil en todas sus formas.
«Nos levantamos temprano, a eso de las siete, y empezábamos a cosechar», recuerda Paola. «La verdad es que se sentía mucho el frio. Era muy duro. Hacíamos un esfuerzo terrible. Mi papá cosechaba y nosotros acarreábamos los tachos». Corrían mediados de la década del noventa. En Argentina se iniciaba el proceso de deterioro económico y social que culminaría con el estallido social del 2001.
«A veces llevábamos más de cien tachos por día. Al mediodía nos quedábamos a almorzar en la finca, esperando que los camiones fueran a descargar. Cuando volvían, seguíamos cosechando. Si los camiones no estaban llenos, no podíamos parar. Nos íbamos muy tarde. La verdad es que era difícil. El trabajo a esa edad fue muy difícil…».
En la misma época, en Argentina comenzaban a gestarse las primeras políticas de erradicación del trabajo infantil. En 1996 se suscribía un memorándum con la OIT con el compromiso de crear un organismo específicamente encargado del tema. En el 2000 se creó la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI)y en el 2008 se sancionó la Ley 26.390 de Prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente.
En nuestro país actualmente el trabajo infantil está prohibido y es un delito. Existen excepciones sujetas a reglamentación, como el trabajo artístico infantil y el trabajo infantil en empresa familiar. Lo mismo sucede con Trabajo Adolescente, considerado como aquel realizado por personas de 16 y 17 años.
El entramado institucional para llevar adelante las políticas de prevención y control es tripartito y federal. Está organizado en torno a la Comisión Nacional para la Erradicación del Trabajo Infantil (CONAETI); las Comisiones Provinciales para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil (COPRETI), que coordinan las actividades que se implementan en las provincias y la Red de empresas contra el trabajo infantil, integrada por más de cien organizaciones, entre empresas y asociaciones empresarias.
En 2019, el RENATRE (Registro Nacional de Trabajadores Rurales y Empleadores) informaba que había detectado siete niños en situación de trabajo infantil y nueve adolescentes en situación de trabajo no protegido en establecimientos agrícolas de Mendoza. Fuente: infocampo.com.ar
Según un informe publicado en mayo por UNICEF y la OIT, el progreso mundial para poner fin al trabajo infantil se ha estancado por primera vez en 20 años. La cantidad de niños y niñas en situación de trabajo infantil ha aumentado a 160 millones, lo cual representa un incremento de 8,4 millones de niños en los últimos cuatro años.
Según el estudio, a principios de 2020 63 millones de niñas y 97 millones de niños se encontraban en situación de trabajo infantil en todo el mundo. Esto implica una relación de uno de cada diez niños. El dato más alarmante es que, a raíz de la pandemia y de las crisis económicas, para fines de 2022 9 millones de niños más corren el riesgo de ser empujados al trabajo infantil.
En Argentina, la Encuesta de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes (EANNA) -realizada entre 2016 y 2017- señalaba que el 10,0% de los niños y niñas de 5 a 15 años realizaba al menos una actividad productiva, con mayor incidencia en las áreas rurales (19,8%).
Las actividades mercantiles más difundidas entre los niños y adolescentes urbanos estaban relacionadas con el trabajo en negocios, talleres u oficinas por dinero y la construcción y reparación de viviendas entre los varones más grandes (el 29,5% de los adolescentes).
En las zonas rurales más de la mitad de los niños y niñas que trabajaban se dedicaban al cultivo o cosecha de productos para vender (14,2%), el cuidado u ordeñe de animales (14,4%), la ayuda en la construcción o reparación de otras viviendas (11,9%) y la ayuda en negocios u oficinas (11,9%).
Este año la CONAETI debería concluir la ejecución del Plan Nacional para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil y Protección del Trabajo Adolescente (2018-2022). Su objetivo fue garantizar la prevención y erradicación del trabajo infantil en todas sus formas, como así también la protección del trabajo adolescente.
¿Lo hemos logrado? La crisis económica argentina, agravada por el impacto de la invasión rusa a Ucrania y las secuelas de la pandemia COVID-19, no configuran un contexto alentador. Igualmente, la evaluación de impacto del Plan -si es que tal instancia existe- permitirá conocer la medida de su éxito.
Por Javier Avila | ONAF | 12 de junio de 2022