Curso sobre acompañamiento de niños/as con padres privados de la libertad

La actividad se desarrolló en julio en la sede de la Municipalidad de capital y convocó a ochenta operadores/as locales. Participaron integrantes de la Fundación Yanay,  ACIFAD (Asociación  Asociación de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales)  y En Marcha, una organización chilena ejecutoras del programa nacional Abriendo Caminos.

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La pregunta: ¿qué estrategias desplegamos para acompañar a niño/as cuyo padre y/o madre están privados de la libertad?, fue la protagonista -activa, dinámica, sin certezas, con derecho a prueba y error- durante las casi cuatro horas que duró el curso de capacitación Familias, Cárcel y Comunidad que se hizo el pasado jueves 15 de junio, organizado por el Observatorio de Niñez, Adolescencia y Familia de la Universidad del Aconcagua y Fundación Yanay.

Las respuestas fueron múltiples pero una palabra plasmada en un banner –inquietante desde el punto de vista de la formalidad de la lengua pero sintetizadora de una realidad evitable- concentró todas las ideas sobre este asunto. Desinvisibilizar, se leyó en medio del colmado salón del último piso de la municipalidad de Capital donde casi 80 operador/as públicos y comunitarios participaron. La capacitación unió la experiencia de dos países: Argentina y Chile. Nuestro país estuvo representado a través de la única organización que trabaja el tema: ACIFAD (Asociación  Asociación de Familiares de Detenidos en Cárceles Federales), en la figura de su presidenta Andrea Casamento y el país vecino de referentes de la ONG En Marcha, una de las ejecutoras del programa nacional Abriendo Caminos.

El contexto

“Actualmente hay 150.000 niños, niñas y adolescentes cuyo padre o  madre están privados de libertad en América Latina. En Argentina, el  96 por ciento de las personas que están encarceladas son varones. De estos, 70 y 75 por ciento son padres. Esta población ha estado invisibilizada”, advirtió a modo de bienvenida, Javier Ávila, coordinador del Observatorio de Niñez, Adolescencia y Familia de la Universidad del Aconcagua. Ávila prosiguió con el recorrido del Observatorio para instalar este tema como parte de las políticas públicas. “Decimos que el encarcelamiento no es la solución en épocas donde están de moda los discursos punitivos”, aseveró.

Por su parte, el abogado y coordinador para América Latina de CWS (Church World Service), Martín Coria- quien además asesora al Observatorio- argumentó a favor de contar con estadísticas estatales que permitan visibilizar la realidad de los chico/as de padres o madres privados de libertad. “Le pedimos a los Estados que generen información estadística de calidad, no vamos bien si el único dato es el de la Universidad Católica de Buenos Aires. Necesitamos que el Estado tenga información”. En sentido, se refirió al uso del término “NNAPEs- Niñas, Niños y Adolescentes con Referentes Adultos privados de libertad “. Indicó que “es un anancronismo que no nos gusta usarlo, pero nos sirve tenerlo para describir a la población de padres y madres de niños privados de libertad. A esta población invisible había que ponerle un término para conectarnos con organizaciones y organismos internacionales. Nuestra teoría del cambio es que la visibilización de esta realidad traerá cambios a quienes la sufre”.

El curso se dividió en dos partes. En primer lugar, Andrea Casamento, presidenta de ACIFAD y Alberto Vázquez, de En Marcha, se presentaron pero inmediatamente abrieron las puertas a oír las expectativas de quienes participaron del curso y a crear redes entre personas que abordan problemáticas de familias con algún integrante privado de libertad en Mendoza. Luego del receso, Casamento junto a la psicóloga María Belén Rapisarda por la asociación de familiares y un equipo ampliado de la organización chilena comentó la metodología de trabajo que usan.

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La escucha

“Es un mito que no se puede hablar”, sentenció Coria luego de mostrar un video donde niños y niñas de Europa (donde se calcula hay 800.000 infantes en esa situación)  le ponen palabras a sus emociones respecto de tener a algún familiar en la cárcel. El curso siguió esa línea: la de hablar y escuchar. Vázquez tiró cartulinas y  marcadores en el piso; invitó a los/as asistentes a salir del “papel de espectadores” y propuso responder a quienes lo desearan: 1)¿De dónde vengo y qué contacto o relación tengo con algún niño o niña cuyo padre está privado de libertad? 2) ¿Qué pregunta o inquietudes traigo? 3) ¿Qué quiero llevarme hoy desde acá? La sala se llenó de testimonios:

“Siempre me pregunto qué dispositivos existen para que los niño/as hablen, siempre hemos hecho intervenciones sin contar con esa voz” (Cecilia, psicóloga, con trabajo territorial  en una municipalidad del Gran Mendoza).

“Me preocupa mucho la situación de niños/as y mujeres cuyo padre de familia está encarcelado por violencia de género” (Betiana, trabaja en  el sistema penal de Almafuerte).

“Desde el año 92 que voy a la cárcel. Una vez un profesional me dijo que unos niños cuyo padre estaba preso iban a terminar igual. No quiero que me institucionalice la cárcel” (Roberto Juarez, sacerdote católico , capellán del penal de Almafuerte).

“Nos preguntamos qué hacer cuando llega una mamá con prisión domiciliaria a parir” (Laura del Hospital Lagomaggiore).

Entonces automáticamente se fueron generando contactos entre quienes fueron recitando sus inquietudes. “Esto no es un seminario de expertos”, siguió Alberto. Relató que “ En Marcha trabaja hace diez años con los sectores más empobrecidos. Queremos tener injerencia de intervención social con las familias y comunidades. Estamos proponiendo trabajar desde un enfoque comunitario y  cuestionamos la patalogización de los fenómenos sociales que, desde una mirada punitiva  existe en Chile”.

Las preguntas continuaron. ” ¿Qué es la cárcel para cada uno de ustedes?”, lanzó Andrea.” La cárcel siempre provoca dolor, por eso lo hablamos, lo decimos, lloramos un poco, nos atrevemos y seguimos andando. Con los nenes con los que se pudo hablar sintieron mucho alivio. Los problemas son más de los adultos que de los chicos”, reflexionó mientras comentó que todos los martes se reúnen en su asociación, familiares de personas privadas de libertad. “ Yo soy la mujer y  de un preso y acá estoy. Nosotros exigimos al Estado pero también nos enfocamos en qué podemos hacer desde nuestro lugar juntas”.

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Caminar las cárceles

“Para conocer la cárcel hay que olerla, hay que escucharla, hay que sentirla y en todo eso hay humanidad”, afirmó Andrea. Y resumió su historia: “En 2004 firmé la Ley Blumberg de endurecimiento de penas . Tres días después acusaron a mi hijo de 18 años de un delito que no cometió y  del que fue absuelto 6 meses después. Eso me interpeló para siempre. Hay otra parte que uno puede mirar y puede rescatar. Ahí, en la cárcel conocí a mi marido. Vi a esa persona de la cual me enamoré. Esto pasa todo el tiempo. Sino vemos ni conocemos difícilmente vamos a poder entender la humanidad que pasa por ahí”, subrayó.

Explicó que hay “tres momentos” en la vida de una familia cuando alguien va a prisión. “La detención, la condena y la vuelta a casa. La dinámica familiar va a girar en torno de la cárcel y de los tiempos procesales”, develó. Por eso, ACIFAD elaboró una guía que responde dudas a las familias de personas privadas de libertad. Más tarde, la psicóloga María Belén Rapisarda puso énfasis en “pensar prácticas emancipadoras”.

El equipo de En Marcha contó su trabajo de campo bajo el programa Abriendo Caminos que ejecuta. Jorge Riffo, trabajador social, expresó cómo trabaja con niños y niñas. Sostuvo que ocupa el rol de tutor y debe adaptarse a los tiempos de la escuela e imponer acuerdos. “En Chile, los niños y las niñas salen a las 4 de la tarde de la escuela y tienen tarea para la casa. La primera tensión que se presenta es que a veces no nos prestan atención porque han estado tanto tiempo en la escuela. Hay que establecer límites de acción , no vernos como el superhéroes-Reconocer al niño como sujeto”.

Catalina Lorca, del mismo grupo, narró su experiencia de trabajo con las persona cuidadora de los niños/as. “El programa Abriendo Caminos considera que es importante develar el secreto. Nos enfocamos en el derecho a la identidad. Todo niño tiene derecho a ser quién es. Hay familias que cuando el tema se sabe o está develado, no se conversa. Ellos van construyendo su propia historia familiar Lo que no se habla son los delitos y los tipos de condena”, sostuvo.

Como método, mostró un libro llamado Emocionario que fue hecho por la ONG donde se vislumbran 42 emociones retratadas en dibujos con tarjetas plastificadas para trabajar con las familias.

En tanto, que Estefanía Beltrán quien lleva cuatro años trabajando en la organización social dijo que “La cárcel no es un lugar para niño/as porque las revisiones son invasivas, están los gendarmes con armas. En Chile apuntamos a lo que llamamos visita protegida que tiene tres instancias: antes , durante y después de la visita del niño/a al penal”, expuso  En ese sentido destacó el diálogo con los operadores del sistema penitenciario pero principalmente con las familias.

Por Laura Fiochetta | Especial para Observatorio de Niñez, Adolescencia y Familia

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